Templo del Santo Cristo de Burgos
Para establecer el Presidio Castrense de Santa María de las Caldas, origen de la población actual de José Mariano Jiménez. El Virrey de la Nueva España, Conde de Revillagigedo comisionó al Capitán Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle. Y con el rio Florido de escenario, levantó el acta de la fundación del Nuevo Presidio el 4 de Enero de 1753. Enarbolando el Estandarte Real, bajo el título y advocación de Nuestra señora de las Caldas.
El presidio fundado tenía las mismas características que el del Paso del Norte. Su localización fue en torno a la Plaza de San Pedro, hoy Plaza de Lilas. Su objetivo era proteger de los ataques de los indígenas a los mestizos y españoles, que pretendían establecerse en este lugar, así como resguardo para los viajeros que transitaban por esta región y que llegarían a pernoctar ahí.
A finales del siglo XVIII, El Valle de Huejuquilla o puesto del Santo Cristo de Burgos; contaba con una capilla castrense para celebrar el culto religioso. Esta capilla se encontraba en las inmediaciones del presidio militar. En su recinto se veneraba la imagen de Nuestra Señora de las Caldas, pintura al óleo de estilo barroco. Esta obra, patrimonio religioso y cultural; actualmente se encuentra en la Parroquia del Santo Cristo de Burgos.
En 1779 se hizo el trazo definitivo de la nueva población, en el cual se destinó el espacio correspondiente a nuestro templo católico. Este, tiene su acceso principal frente a La Plaza de Armas. Surge entonces el Valle del Santo Cristo de burgos.
El Pbro. Rafael Nevárez y Solórzano, originario de España. Llega al presidio en 1785. Y toma la iniciativa de construir un nuevo templo, en sustitución de la Capilla Castrense, la cual era ya insuficiente para la población en creciente desarrollo. Y con el apoyo del Comandante de la Compañía Presidial, solicitaron los permisos del gobernador de la Nueva Vizcaya; y del Obispo de Durango; el cual defendía la idea que la Capilla Castrense fuese restaurada. En 1803 se obtienen los documentos correspondientes, después de largas negociaciones.
El proyecto original estuvo a cargo del Arq. Juan Marín. El cantero Ricardo Elizalde, el mayordomo de operarios Sixto Morales, y el albañil José Juárez, se suman a esta tarea. En la etapa de cimentación fallece el Arq. Marín. Quedando entonces suspendidos los trabajos.
El Padre Nevárez, hace trámites ante las autoridades religiosas y civiles para designar la construcción, al Arq. José María Borjas.
El Valle de Huejuquilla se viste de gala, al tener la ceremonia de bendición para colocar la primera piedra. En la primavera de1804.
Avanza con lentitud la construcción del templo. Este es edificado con materiales de la región, tales como adobes y madera. El Padre Nevárez exhorta al Jefe Presidial para que los hacendados, residentes y soldados participen con su compromiso de cooperar en esta importante obra. La cual requería el esfuerzo de todos. Podían hacerlo en especie, con mano de obra o dinero. Se efectuaban colectas periódicamente. En la edificación, además de los asalariados, se emplearon también reos de la cárcel y voluntarios.
El Arq. Borjas, por algún motivo abandona la obra, en 1810. Este es sustituido, y al parecer todo sigue su curso normal. El padre Nevárez a lo largo de 20 años, persiguió con esfuerzo y tenacidad su objetivo, de construir el Templo. Y es en Julio de 1824 cuando se da la noticia, que abriría ya sus puertas.
Se trasladó la imagen de la Virgen de las Caldas, el Santo Cristo, campana, custodia, vasos sagrados, ornamentos; de la Capilla Castrense…
En 1825 Muere el Padre Nevárez, y con él muchos de los sueños de los feligreses, de ver el templo completamente concluido.
Y así con la participación del Pbro. José Trinidad Máynez, quien sustituyó al Pbro. Nevárez, fue quien prosiguió la construcción de la primera torre del templo. Esta queda concluida en 1843. Se inicia una segunda. Este elemento arquitectónico, se pudo admirar hasta después de 50 años. En la cual se instala un reloj Público. Estas torres, muestran elegancia, con líneas tenues de cantera. Y con cúpulas, que guardan armonía y sobriedad. Y como remate, una cruz de hierro. Una de las seis campanas, que resguarda la torre, perteneció a la Capilla Castrense. Estas torres, son parte complementaria al proyecto original; al igual que el Coro.
Alberga también un cementerio. El cual fue utilizado en casos especiales, por acotado tiempo. Hasta cuando se promulgan Las Leyes de Reforma, que prohíbe esta práctica, en dichos espacios.
En el interior, se observan las tres naves, generando espacios, amplios, sobrios. Al fondo del ábside, se encuentra el retablo labrado, en cantera gris, de estilo neoclásico, sostenido por columnas corintias, tres a ambos lados. Con respaldo de mármol blanco, y un gran nicho, re enmarcado en forma de cruz, el cual contiene la bella imagen de bulto de tamaño natural del Santo Cristo de Burgos, el cual pende de una cruz de madera estofada. . Este gran elemento descansa sobre una base, que le proporciona elevación armoniosa y equilibrada. Todo coronado con media cúpula.
Esto es parte de nuestro pasado, que quizá permanece empolvado por el transcurrir del tiempo. Se rescatan recuerdos, imágenes llenos de significación… Sin hacer alusión todavía a los servicios religiosos y menos aún el cobijamiento espiritual que durante décadas el Santo Cristo nos ha otorgado. Con el celebramos su fiesta año con año, el 6 de Agosto.
Hoy nuestro templo luce sencillo, austero. En su exterior el adobe se resguarda bajo el ladrillo rojo. Que se baña de sol, de frío y calor.
En el interior podemos observar detenidamente el rostro de nuestro Cristo; dulce, sereno. En él no se manifiesta la cicatriz del tiempo, no es el de ayer, no es únicamente una pieza labrada de madera; no solo es una gran obra de arte. Nuestro Cristo de Burgos abraza nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestro presente, el habla a nuestro corazón; habita… Esta es su casa.
Arq. Rosa María Fuantos Rebolloso.
Colaboradora de CODIPACS